viernes, abril 20, 2007

Salomé... Mí Salomé.

Por ti Salomé es el nombre de mujer transformado en hombre.
Salomé es el nombre que repito por las noxes.
Entre sueños y despierta, cuando el insomnio me atropella.
Salomé, mítico nombre de creación perversa.
Dulce como el trigo, suave como la crema.
Picante como pimienta.
Ungüento de olvido, agua que la memoria refresca.
Salomé, nombre que llevó a la locura a uno de mis mentores y otro a la decadencia...
Salomé yo te bautizo, aun con tus partes de hombre tan perfectas.
Salomé. Salomé. Salomé.
Desbaratándome el ethos a media existencia,
Dándome pedazos de cielo como monedas,
Monedas que jamás me das, sólo me prestas.
Te quiero por momentos como mujer
Para jugar a como quiero me quieran,
Obsesiva, desesperada, jadeantemente.
Hasta el cansancio, hasta que no haya más nada.
Aun sabiendo las consecuencias de tu nombre te lo sigo dando...
Es mío, para nombrarte sólo yo.
Salomé: te ambiciono en la locura, en la decadencia, te quiero eternamente, en el dolor.
En el final de los tiempos, en la desesperación, en el amor y la tristeza.
Eres mi placer y mi castigo,
La más refrescante perdición.

ERES LA SED Y LO QUE HA DE SACIARLA

Une mis palabras. Átalas. Repítelas cada mañana,
Como una oración que hace eco en las entrañas.
Son tuyas, te las regalo.
Te regalo mis ojos, mis manos, boca y labios, vagina y pasos.
Te entrego parte de mi Lenguaje
Como entrega casi total de mi alma,
Mis demonios se resisten...
Pero a tu ritmo danzan...

A veces suave como el primer rayo de sol que derrota la gélida madrugada,
A veces helado como el viento del norte, sí, ese que congela el alma.
Me muevo silenciosa a tus ritmos
Callada (a veces) otras ruidosa y exagerada
Pero constante como gota de agua,
Como tus bocanadas de humo
Cuando estás fumando
Nevando la ventana.
Dominantemente adictivo
No sólo de actos o palabras y miradas, sí.
A veces me haces perder los estribos
Y los busco y no los encuentro
Hasta que me doy cuenta que los tienes tú.
Otras te los entrego yo,
Como dulce y servicial dama.
Me gustas por todas partes
A todas horas
De todas formas y con todas tus mañas.
Mi Salomé, mi hombre,
Domador de mis demonios y príncipe de mis mortales defectos
Rey de mis instintos y material de mis sueños...
Te quiero queriéndote más...
¡Con toda mi fe, mi razón muerta y adentros!

Me tienes en tus manos, como el pájaro que se hace muerto.
ESCUXESE: Salomé, Enrique Bunbury!

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio